martes, 1 de marzo de 2011

Fanatismo

       Ayer descubrí a través de Facebook a un extraño hombrecillo que está causando furor en la red. Se dedica a dar charlas en congresos acerca del optimismo y la felicidad. He de reconocer que tiene un comportamiento tan pintoresco que sus vídeos enganchan. Habla a una velocidad endiablada, no para de bromear y de meterse con su audiencia, en ocasiones rayando el insulto, da saltitos mientras diserta, pasa de una teoría científica a los consejos de la abuela con una facilidad pasmosa.

       Dice muchas verdades, aunque no descubre nada nuevo: que en la vida lo más importante son las relaciones personales, que no vale la pena morir de un infarto por una bajada en los gráficos de ventas, que hay que hacer ejercicio y comer bien para poder disfrutar de lo que nos ofrece la vida, etc., etc. Así durante una hora y media apróximadamente.

       Una de las cosas que dice es que hay que apartarse de los cenizos, que hay gente que se está quejando todo el día y que son una pésima influencia en nuestras vidas (tiene gracia porque precisamente sobre esto publiqué un comentario hace unos días: Con hambre de rabia). En cualquier caso, lo que hace es una recopilación de frases de mero aunque no suficientemente valorado sentido común.

       La cuestión es que lo que yo estaba observando como un divertimento, un entusiasta recordatorio de las tres verdades del barquero, ya tiene seguidores enfervorecidos que no soportan la más leve crítica acerca del líder que les ilumina el camino. Ya tachan de cenizo del que hay que apartarse y, por supuesto, no escuchar, a todo aquel que le ponga un pero, aunque sea obvio y bien argumentado. "Veo la vida con otro color desde que lo escuché" dice uno de sus admiradores. No lo dudo: el entusiasmo y los consejos de un buen amigo, una película inspiradora, una sabia lectura en el momento adecuado nos pueden inspirar a grandes cambios. Aún así, no tenemos que estar de acuerdo con todo lo que ese amigo, director de cine o escritor hagan o hayan hecho en su vida. Sin embargo, es obvio que vivimos rodeados de gente que está hambrienta de guías a los que idolatrar.

       Esta mañana he desayunado viendo las últimas noticias sobre Libia, y he escuchado a Muamar Gadafi jactándose del amor que le tiene su pueblo, de cómo se dejarían matar por él. A estas alturas pocos dudan de que este hombre ha perdido el contacto con la realidad y vive en un mundo paralelo pero, no debemos olvidar que, aunque ahora se trate de una minoría, también ha habido manifestaciones en las que se besaba su foto por las calles. Este tipo de cosas siempre me han desconcertado pero, esta mañana lo he entendido un poco mejor...

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