miércoles, 27 de junio de 2012

Cuestión de principios

A medida que voy cumpliendo años me voy dando cuenta de que muchos límites se difuminan, mientras que algunas líneas rojas se van marcando con luces intermitentes, avisos sonoros y hasta multas de consideración. Siempre dije de mí misma que era una persona sin manías, y ahora no sé si me he vuelto maniática o más sabia pero, lo cierto es que hay cosas que me niego a aceptar.

Recientemente una persona a la que tenía mucho aprecio, a la que abrí mi corazón, mis brazos y mi casa me dejó sin palabras (no porque no las tuviera sino porque no iban a ser buenas) con una frase aparentemente inofensiva, pero que me sentó como una bofetada en los oídos: "Lo soporté porque soy muy tolerante y generosa".

No se refería a mí sino a la persona que más quiero, que le estaba pidiendo perdón por haber estado ensimismado y seco mientras atravesaba una crisis personal de importancia. Pero que sí que había sido generoso y más que considerado con ella, comprensivo y atento con sus circunstancias. Pensé: "Sí, es muy generoso de tu parte que le toleres en su propia casa". Algo dentro de mí se rompió en ese instante, intenté no pensar más en ello pero, no puedo olvidarlo porque sí lo considero importante.

En mi estadística personal he comprobado que todo aquel que presume de generosidad, elegancia o relevancia rara vez las posee. Estas virtudes y muchas otras brillan por sí mismas, cuando tienes que publicitarlas algo falla y quizás sea porque se esté más atento a lo que los demás piensen de uno que a cultivarlas.

En cuanto a la tolerancia: si me toleras no me comprendes, lo que haces es juzgarme, declararme culpable y "generosamente" soportarme. Eso lo espero de un vecino o un conciudadano sí, pero no de un amigo. Los amigos se eligen, y yo elijo no pasar mi tiempo con alguien que me soporta, me parece una forma terrible de perderlo.