miércoles, 30 de marzo de 2011

Un V.I.P. de verdad

       Ayer asistí a una charla/rueda de prensa en el Institut Français de Barcelone con motivo de la presentación en España del libro Indignaos. He de admitir que la única información que tenía al respecto era que se trataba de un manifiesto en contra del pasotismo generalizado que aqueja a la sociedad occidental, que estaba escrito por un francés, que en su país ha vendido más de un millón y medio de ejemplares y que está sembrando la polémica. Con estos datos y mi experiencia previa de que todo acto al que asisto en esa casa siempre me resulta de interés, allí me presenté.

       Esperaba encontrarme con un joven escritor, periodista o filósofo francés cargado de buenas intenciones pero, sobretodo, con la firme intención de promocionar su libro y, cual no sería mi sorpresa, cuando la abarrotada sala de actos recibió entre aplausos y en pie a un pequeño grupo de personas entre las cuales destacaba un anciano de aspecto pulcrísimo y cálida sonrisa.


       Se trataba del autor Stéphane Hessel, cuyo nombre, hasta ese momento, no significaba nada para mí. Durante la presentación me enteré de que tenía 93 años, que era un héroe de la Resistencia Francesa, que fue prisionero de los nazis y se salvó de una muerte segura gracias a un golpe de suerte. Que más tarde fue diplomático y trabajó, entre otros sitios, en la O.N.U. y que es el único de los redactores de la Carta de Derechos Humanos Universales (1948) que sigue vivo.

       Durante su charla y la ronda de preguntas posterior descubrí que el entusiasmo, el amor al prójimo, el interés por la vida, la indignación ante la injusticia; el sentido del humor y la alegría, lejos de decaer con la edad, pueden incluso aumentar, hasta el punto de hacerse contagiosos.

       Asusta pensar en el valor que hace falta para enfrentarse al ejército nazi, y eso ya impresiona lo suficiente de él. Pero, más importante aún, es darse cuenta de que los que hoy son reconocidos como derechos inalienables no lo eran hace tan sólo unos años. Sin ir más lejos, la primavera árabe: los motines y revoluciones que estamos teniendo el privilegio histórico de contemplar, han estallado cuando los ciudadanos de todos esos países han empezado a reclamar sus derechos. Tan asumida tenemos esta idea que nos parece que siempre ha estado ahí: derecho a la vida, a la salud, al trabajo, a la educación, a la expresión, a la dignidad...

       Cómo puede ser que el nombre de una persona que ha hecho tanto por nosotros sea desconocido por la mayoría. Un francés que se posicionó a favor de los argelinos en su guerra por la independencia de Francia, un judío que defiende la causa palestina y denuncia públicamente la desproporcionada violencia israelí, un anciano que aboga por la ecología porque le preocupa el futuro de un planeta en el ya poco tiempo vivirá, una persona que fundamentalmente se indigna ante la injusticia y que con un escrito de tan sólo 30 páginas está impulsando un movimiento internacional de reacción, eso sí, no violenta.

       La charla tuvo una duración muy limitada porque tenía que abordar un avión de vuelta a casa poco tiempo después. Fruto de una deformación profesional no pude evitar imaginármelo en el aeropuerto, acompañado por su agente literario y recibiendo como única atención especial la debida a su anciana edad que, visto su espíritu y su energía, seguramente rechazaría. Al mismo tiempo, entre flashes y cámaras de televisión, estarían recibiendo en la terminal con trato privilegiado y una corte de enfervorecidos seguidores en busca de autógrafos, algún V.I.P. habitual como Cristiano Ronaldo o Rafa Nadal, a los que no quiero afear sus méritos pero, lo más grande que han hecho por la humanidad ha sido alegrarle alguna tarde de domingo, con grandes beneficios personales obtenidos a cambio.

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