lunes, 31 de enero de 2011

Nepotismo

       Anoche fuimos a ver un espectáculo de danza de cuyo nombre no es que no quiera acordarme, ni mucho menos, pero no lo quiero decir porque no quiero que en los buscadores aparezca este texto como una crítica negativa, tal es el cariño y la admiración que tengo por su responsable.

       Una vez más volvimos a sufrir viendo como lo que es un fantástico proyecto, aún en rodaje, se encalla por culpa del amor mal entendido. Una vez más en la lista de primeros bailarines el nombre de esa bailarina, sin nivel más que para estar en el coro, a la que su hermano se empeña en encumbrar por encima de otras que más lo merecen, desluciendo el trabajo de los demás y el suyo propio. Penosa su falta de velocidad, de salto, de giro, su inseguridad, su pesadez. Ni siquiera posee una línea elegante. Definitivamente no está llamada a seguir este camino pero, ahí está, protagonizando los ballets, recibiendo aplausos no sé si por desconocimiento o por cortesía. Yo misma, ¿cómo no voy a aplaudir a su más que respetable partenaire?,  ¿y cómo va a distinguir ella que mis aplausos no están hacia ella dirigidos?

       Él se equivoca poniéndola en ese lugar, y ella tiene que saberlo. No me puedo creer que no se de cuenta de que no vale para ese puesto. Si él lo hace por amor, ¿dónde está el amor de ella cuando pone en peligro este sueño colectivo para cumplir uno que es sólo suyo?

       Suelo bromear acerca de que soy la única bailarina de la historia que dejó de bailar por falta de condiciones, de voluntad o de las dos cosas. Siempre que leo una entrevista de alguna cantante, actriz o modelo que bailaba me encuentro con la frase inevitable: "-Tuve que dejar el ballet por culpa de una lesión". Por lo visto estaban todas destinadas a ser la próxima Silvye Guillem y la mala fortuna les puso a todas una rotura de ligamentos en el camino... ¡Ja!

       Si su orgullo es demasiado grande para reconocer sus limitaciones, ojalá su amor fraternal sea lo suficientemente grande también como para poner una oportuna lesión en el curriculum de esta poco dotada y adorada hermanísima.

       Pero no acaba ahí mi descontento, él nos comentaba como su ballet dispone de los mejores bailarines del mundo, y que algunas de las grandes compañías están descuidando su nivel de exigencia. No sé si su ceguera familiar se ha extendido al resto del proyecto o si es consciente de la verdad, pero lleva tanto tiempo luchando por sacarlo adelante que se siente obligado a defenderlo ante todos y en todo momento, aunque sea falseando los hechos. Creo que se equivoca, y mucho. Creo que si no sabes donde estás difícilmente llegarás adonde quieres ir.

        La compañía cuenta con algunos bailarines muy buenos pero, no todos suficientemente maduros. El resultado general es irregular y la media la baja mucho esa "primera bailarina". Que intente subir la percepción de su calidad intentando minimizar la del American Ballet o el Ballet de la Ópera de Paris me parece infantil y me decepciona mucho.

       Para muestra un botón, y para dulcificar el regusto amargo que me dejó ayer su versión de la Suite de Raymonda, aquí dejo este enlace a The Dream interpretado por un inmejorable, vibrante, precioso American Ballet.



       Y este es el porte mayestático y orgulloso de una princesa húngara, la entrega, por momentos abandono, a la música, el control y la belleza de una prima ballerina interpretando a Raymonda: Silvye Guillem en el Palais Garnier. La grabación es de mala calidad pero vale la pena verla.


       Tan sólo hay que ver el saludo final para darse cuenta de que no es una bailarina interpretando a una princesa. Es la propia Raymonda quien nos agradece el aplauso.


No hay comentarios:

Publicar un comentario