domingo, 16 de enero de 2011

La Danza, una película

       Ayer fuimos al Verdi Park a ver el documental de Frederick Wiseman sobre el Ballet de la Ópera de Paris. Es una propuesta arriesgada que no se si será del agrado del público mayoritario ya que no tiene narrador. Durante la película tienes la sensación de estar viendo todo lo que pasa dentro de esa mastodóntica institución a través de un agujero en la pared, como si estuvieras dentro pero nadie te viera. De ahí que no haya ningún comentario, que nadie te explique nada. Las imágenes son preciosas, la perfección de los bailarines y su danza asombrosas. Cuánta atención al detalle, al vestuario, al maquillaje. Asistimos a reuniones de producción, a problemas sindicales, a la limpieza del teatro, a las gestiones burocráticas, al teñido de las zapatillas y la confección de los trajes, a la preparación de las comidas en la cantina, a todo lo que se mueve alrededor de este magno arte que hace un esfuerzo sobrehumano para que ninguno de estos numerosos trabajos sea percibido por el espectador.

       El resultado es muy interesante, la duración (casi dos horas y media) desproporcionada. Algunas de las escenas de los pasillos, las alcantarillas, las vistas de los tejados de París y algunos de los ensayos se hacen repetitivas. Por otra parte, y es una opinión muy personal, en esta descripción de una compañía de vanguardia pero con una gran tradición clásica, la balanza se inclina demasiado hacia la danza contemporánea. Esperaba haber visto algo más de los grandes ballets, de la formación de la técnica clásica y las clases diarias. Sin embargo, gran parte del metraje se centra en obras muy duras como la Medea de Preljocaj y La Casa de Bernarda Alba de Mats Ek. Entiendo el interés de esta institución por ampliar su repertorio, por trabajar con todo tipo de coreógrafos y lenguajes, y lo defiendo. Pero, por otra parte, pocas compañías en el mundo disponen de los medios necesarios para poner en escena los grandes ballets con todo su esplendor. Como espectadora y amante de la danza imagino toda la experiencia de una representación en el Palais Garnier como una noche de glamour de principio a fin, con un público educado y bien vestido, con orquesta, con preciosos decorados y vestuario, con innumerables y perfectos bailarines, con la belleza monumental que sólo la Ópera de París, el Royal Ballet, el American Ballet, el Bolshoi o el Kirov pueden permitirse ofrecer. Son tan pocas las ocasiones de disfrutar de este tipo de experiencias que me parece una pena ese empeño en representar estas obras austeras y lacerantes que están al alcance de ser representadas por numerosas otras compañías en todo el mundo.





       Lo curioso es que tanto el trailer como el cartel de la película hacen más hincapié en la danza clásica que en el contemporáneo. ¿Será que mi opinión no es tan descabellada?

No hay comentarios:

Publicar un comentario