jueves, 3 de noviembre de 2011

"Espartaco tiene que ser ruso"

       Como apasionada de la danza que soy, a menudo me esfuerzo por transmitir interés, o cuanto menos curiosidad, por esta forma de expresión a la gente que me rodea y, sobre todo, a la que me importa.
       Es un arte considerado por muchos elitista, aunque en realidad sea una actividad que todos los seres humanos compartimos. Muchas personas asocian la danza y el ballet con una imagen apolillada y cursi o con el reverso de esta moneda: absurdas producciones supuestamente vanguardistas, pretenciosas y antiestéticas. La verdad es que a veces no les falta razón.
       El problema radica en la falta de educación en este campo. La prueba es que en los países ex-soviéticos la danza es una actividad tan apreciada y seguida por la población en general como puedan ser en España los deportes. Si todo lo que conociéramos del cine en este país fueran las películas mudas y el movimiento Dogma seguro que pasaría tan desapercibido por el gran público como el ballet.

       Lo curioso es que dos de los ídolos de masas del momento son Lady Gaga y Beyoncé, que no serían tan famosas si no fuera por su particular forma de moverse y las vistosas coreografías de sus videoclips y espectáculos. El baile está en todos lados: en la calle, en los anuncios, en las fiestas, en los locales de fin de semana y en numerosas y exitosas películas. Sin embargo, si preguntas a tu alrededor, muchos te dirán que no son aficionados a la danza. Esos muchos que se ríen de la posibilidad de ir a ver un ballet o un musical han disfrutado de lo lindo con los vídeos de, por ejemplo, Michael Jackson.
       Y yo me pregunto ¿acaso no es eso danza?, ¿no son esos vídeoclips auténticos musicales de corta duración?, ¿de dónde creen que proceden esos movimientos?, ¿o es que les gusta Jackson a pesar de su baile? De hecho, estoy harta de oír lo creativo que era en sus pasos. A mí también me gusta verle bailar pero, más de uno se sorprendería al descubrir que esos movimientos no eran originales. Un gran coreógrafo y bailarín, director de cine y musicales los utilizó como parte de su vocabulario mucho antes que él: el genial y prolífico, aunque desconocido para el público mayoritario, Bob Fosse. Y él a su vez, se inspiró en sus predecesores y en el rico y variado lenguaje del ballet y de la danza en general.


       Para aclarar estos conceptos y hacer justicia a grandes artistas me encantaría que en las escuelas se enseñara la historia de la danza y sus códigos. Tuve la gran suerte de asistir a clases de historia del cine durante el bachillerato y puedo decir que gracias a mi admirado profesor Luis Maccanti soy un poco más feliz. ¡Cuántas horas disfrutando y soñando frente a la gran pantalla! Estoy convencida de que si se diera más a conocer, con la danza pasaría igual.

       Mientras espero que llegue ese momento he ido consiguiendo que los hombres de mi vida disfruten de este bello arte. Y estoy segura de que no lo hacen por complacerme, ya que me comentan los espectáculos que han visto últimamente y tienen una opinión y unas preferencias muy definidas. Me siento muy orgullosa de haberles inoculado este inofensivo y placentero veneno. Lo que nunca esperé que llegaría a conseguir, y me ha hecho dichosa y reír, es que al proponerle a mi pareja ir a ver una representación del maravilloso ballet de Yuri Grigorovich, "Espartaco", me contestara que no porque "-Perdona, pero ese ballet lo tengo que ver bailado por una compañía rusa, sólo ellos lo bailan con la necesaria pasión". Creo que he creado un monstruo, uno adorable, en cualquier caso.

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