lunes, 1 de agosto de 2011

Conceptos erróneos y manual básico de etiqueta a bordo

       Hace unos días leí un ingenioso comentario en twitter que describe muy bien como me siento con frecuencia en mi trabajo: "Últimamente sólo salgo de mi asombro para ir a comprar tabaco". Teniendo en cuenta que no fumo, es fácil imaginar mi nivel de desconcierto.

       A pesar de lo particular y desconocido que es el mundo aéreo, se pueden establecer muchos paralelismos entre los servicios y las situaciones que se viven a bordo y los cotidianos a nivel del suelo. A veces no hay mejor explicación que un buen ejemplo así que aquí van unos cuantos:


       Imagina que llegas a un hotel, te registras en una habitación sencilla y cuando te van a dar la llave preguntas: “¿Está libre la Suite Presidencial?” “Sí” -te contesta un ilusionado recepcionista. “En ese caso, como no la va a usar nadie, me voy a instalar en ella, porque estaré más cómodo que en la habitación que he pagado...”

       Tras un largo día de compras y cargado con la batería de cocina de oferta que acabas de adquirir decides entrar a descansar al cine que hay en el centro comercial. Igual que tú, muchos otros compradores deciden hacer lo mismo. La mayoría os negáis a hacer uso del servicio de consigna del cine porque no os fiais de que os las devuelvan, así que al entrar en la sala vais depositando los paquetes y las bolsas a los pies del acomodador. Mientras tanto la gente sigue entrando y se forma una gran cola porque con tanto bulto no se puede acceder a los asientos. Algunos intentan colocar sus cosas donde pueden, otros esperan que los empleados del cine se pongan a cargar los paquetes y encuentren algún sitio donde meterlos, pero, con mucho cuidado, no se vayan a estropear. Es la hora de que comience la película, las luces se apagan. Algún cliente se da un golpe al tropezar con los paquetes diseminados por el pasillo mientras intenta llegar a su asiento a oscuras. Es tal el caos que la proyección se detiene hasta que se organizan las cosas. Repantingado en tu butaca se te oye refunfuñar por el retraso, por el mal servicio y por la mala cara que te ha puesto el acomodador cuando al ir a indicarte cual era tu asiento le has soltado sin previo aviso los 20 kilos de la batería de cocina en las manos.

       Al salir del cine entras en un bullicioso edificio de oficinas para hacer una gestión, a tu alrededor observas como tanto los empleados como el resto de los clientes visten pantalón largo y usan zapatos con calcetines, algunos llevan traje y corbata. Tú, sin embargo, vistes el uniforme completo del turista profesional: luces bermudas, camiseta imperio y zapatillas de piscina. La temperatura del local es de unos agradables 24ºC, que para ti, que has estado tomando el sol y estás casi desnudo, son escalofriantes. Exiges que se encienda la calefacción ipso facto, si los demás pasan calor no es tu problema...

       Ahora entras en una cafetería y como no ves a nadie en la barra (los camareros están sirviendo las mesas) te metes en la cocina, abres la nevera y te sirves un refresco. Al lado de las coca-colas encuentras una bandeja con yogures y fruta, y piensas “qué suerte tengo, he visto que no hay yogures en la carta así que me llevaré dos de estos, y también una manzana, por si más tarde me apetece”...

       Te subes a un vagón de metro abarrotado de gente con tu perro, con su preceptivo bozal y su correa, pero al cabo de un rato decides soltarlo. “El pobrecito -razonas- tiene derecho a moverse”. El perro sale corriendo y se pierde entre las piernas de los viajeros. Al final del vagón una señora que le tiene pánico a los perros, y que también tiene derecho a viajar, ya no sabe dónde esconderse. Otro viajero ha decidido soltar a su gato y están los dos peleando. Al lado de la señora, un joven alérgico al pelo de los animales, y que se había sentado en el otro extremo del vagón para evitarlos, no para de estornudar.

       Vas a la peluquería, o de compras, o al tren, o al notario, con tu bebé y exiges pañales, toallitas o leche infantil porque piensas que es obligación del que te presta cualquier servicio estar al tanto de las necesidades de tus hijos.

       Al abandonar el hotel, en vista de que parece que ha refrescado un poco decides envolverte con el cubrecama y, ya de paso, te llevas un cojín para descansar los riñones en el viaje de vuelta. Antes de coger el ascensor piensas: “Debería llevarme el extintor, es un recuerdo de lo más original, lo que me voy a reír con los amigos haciendo una batalla de espuma... al fin y al cabo, todo esto está incluido en el precio ¿no?.”


        Todo esto te debe de parecer normal. Es lo que cualquier tripulante de cabina  piensa cuando ve que, pese a haberte dicho que tu billete es de clase turista, es la tercera vez que te tiene que "informar" de que no puedes sentarte en primera (aunque queden asientos vacíos), y que una cortina extendida en un avión equivale a una puerta cerrada.

       Es también lo que ha pensado cuando te ha visto traer como equipaje de mano dos maletas de 20 kilos, la cámara de fotos y un sombrero mexicano, y a tu hijo de 8 años arrastrando una maleta mayor que él. Mil perdones por adelantado pero en la profesión tenemos un dicho: “Algunos pasajeros sólo facturan el cerebro, el resto del equipaje lo llevan consigo”.
       Es comprensible el temor que sufren algunos a perder sus pertenencias, todo el mundo te cuenta una historia terrorífica al respecto, pero los aviones no son elásticos y aunque ese simpático vendedor de la tienda de maletas te haya dicho que las suyas tienen el tamaño aceptado para cabina, lo único que intentaba era cerrar una venta. El equipaje de mano admitido por la mayoría de las compañías incluye una prenda de abrigo, un bastón o paraguas, un bolso, cartera de documentos o cámara de fotos y un bulto cuya suma de dimensiones (alto + ancho + fondo) no supere los 115cm y no exceda los 10 Kg. de peso. Es decir, el equipaje que puedes manejar por ti mismo.
       La tarea de los tripulantes de cabina consiste en ayudarte a encontrar tu asiento y a buscar un sitio donde poner tus cosas, y no a cargarlas; máxime si estas pasan del peso permitido. Aunque tengamos un buen físico, no somos la mujer forzuda. Teniendo en cuenta que hay un tripulante de media por cada 50 pasajeros ¿acaso esperas que cada uno de ellos guarde 50 maletas, mientras acomodan a los pasajeros, ayudan a ancianos y niños que viajan solos y aseguran la cabina en los escasos 20 minutos que dura de media un embarque?

       En cuanto a la vestimenta, a estas alturas nadie va a esperar que luzcas “tu ropa de domingo” como hacían en los viajes en los años 50 pero, el cumplimiento de unas normas mínimas de etiqueta no tan sólo resulta más agradable para tus compañeros de viaje, sino que supone una medida higiénica y saludable. Todos sabemos que, tras cada embate de la guerra de precios, la primera medida de las aerolíneas para asegurarse la supervivencia económica es instalar más butacas en los aviones. Si vas a pasar como mínimo una hora, pero que pueden llegar a ser hasta unas interminable 15, metido en un avión, en un asiento no muy ancho, codo con codo con tus compañeros de fila: ¿te apetece compartir con ellos la frondosidad de sus axilas o la belleza de unos pies cuyo propietario piensa que una pedicura básica es un tratamiento exótico?
       En cuanto a la temperatura, lo más apropiado para un entorno cerrado, ocupado por una media de 200 personas, que según el modelo de avión pueden llegar a ser 400 o más, es de unos 22 a 24 ºC, que es una temperatura agradable para la mayoría de la gente. Es más, es preferible que tienda al frío y no al calor, puesto que es también preferible que los frioleros se pongan más ropa y no que los calurosos no paren de sudar. En cuanto a la salud, una temperatura más baja facilita la circulación sanguínea, la relajación y el bienestar general, muy deseables en un entorno en el que la movilidad es muy limitada.
       Por último, ¿cuándo fue la última vez que visitaste un baño público?, ¿te pareció recomendable descalzarte al lado del inodoro?, ¿crees que es una buena idea entrar y salir descalzo de un lavabo compartido por 300 personas durante doce horas y tras haber tomado dos comidas y numerosas bebidas y después apoyar esos pies en el apoyabrazos del pasajero de delante? Los tripulantes de cabina hacemos continuos chequeos de los lavabos, controlamos que sigan funcionando, recogemos los papeles del suelo y reponemos lo que sea necesario, pero nunca nos verás pasando una fregona o con el bote de Pato WC en las manos. No es nuestro cometido. Ni tampoco es necesario si sigues las más elementales normas de higiene y utilizas los protectores de inodoro que, curiosamente ¡casi nunca tenemos que reponer!


       En lo referente al servicio de bebidas y comidas, es habitual que en primera clase se disponga de un bar auto-servicio para los clientes, complementado, por supuesto, por el servicio directo de la tripulación. En turista, sin embargo, no existe esta opción. No es por tanto de recibo que entres en los galleys (cocinas) y abras neveras y cajones, o que dispongas de lo que se encuentre sobre las encimeras con toda libertad. En los galleys se encuentran mayoritariamente los suministros para tu servicio, es verdad, pero pueden ser para un servicio posterior, pueden ser cosas que se han dejado preparadas (y hasta contadas) para reponer el servicio que en ese momento se está ofreciendo y hasta puede ser la comida de la tripulación, que en no pocas ocasiones se trata de algo que han traído ellos de su casa.
       Como decía el replicante moribundo de la escena final de Blade Runner: -“He visto cosas que vosotros no creeríais”. He visto desaparecer una bandeja de pasteles que habíamos llevado para celebrar el cumpleaños de una compañera a la llegada a nuestro destino, he visto a un pasajero sacar del neceser personal de una compañera una medicina, he encontrado a otro terminando el sudoku que estaba haciendo en MI revista de pasatiempos, y a una mujer mojando sus galletas en el vaso de café con leche que me acababa de preparar y había dejado al fondo de la cocina mientras atendía una llamada de otro pasajero.

       Respecto a permitir la presencia de animales en cabina, lo primero que debes saber es que las aerolíneas no están obligadas a ello. Se trata, por tanto, de una deferencia que algunas compañías tienen contigo y con tu mascota y no de un derecho que algunos intentan esgrimir. Sería más provechoso para ellas obligarte a transportarla en bodega y así cobrarte la correspondiente tarifa. Sin embargo, aceptan su embarque -considerándolos como equipaje de mano y no además de él-, a cambio del cumplimiento de unas normas muy lógicas: que se trate de una mascota común (nada de serpientes, tarántulas o similares que podrían incomodar al resto del pasaje), que no pasen de 6 kilos, que tengan un certificado de buena salud y vacunaciones, y que viajen en un recipiente homologado (los perros lazarillo están exentos) que debe permanecer cerrado mientras se encuentre a bordo. Si estás preocupado por la incomodidad de tu mejor amigo, lo mejor que puedes hacer es sedarlo para que no se de cuenta del viaje. Si piensas que con dejarle salir de la caja se sentirá mejor, te equivocas. Se encuentra en un sitio desconocido, con unos ruidos y olores muy fuertes para él. Unas filas más adelante (un mínimo de seis) puede haber otra mascota, y cualquiera de los dos puede reaccionar con agresividad hacia el otro. Además, y lo más importante: los otros pasajeros, que tienen todo su derecho a un viaje apacible, no tienen por qué aguantar sus maullidos o ladridos constantes e incluso el miedo que a alguno de ellos le pueda infundir su presencia.

       Otro típico malentendido referente a los viajes en avión tiene que ver con el transporte de bebés. La normativa aeronáutica internacional considera bebé al pasajero menor de 2 años, al que le está permitido viajar SIN asiento y sin pagar billete. Puede que esto te sorprenda porque quizás ya hayas pagado por emitir el billete de tu hijito. Debes saber que se trata únicamente del pago del seguro de viaje obligatorio y de las tasas aeroportuarias y los impuestos correspondientes. Ninguna de estas cantidades va a parar a la caja de la aerolínea.
       No obstante, las compañías tienen no pocas deferencias con estos pasajeros. Si hay alguna plaza libre en el avión y en la clase correspondiente, procuran asignar el asiento libre al lado de los padres del bebé o, ya a bordo, los tripulantes se esmeran en hacer cambios entre los pasajeros para que dispongan de ese asiento extra. En algunos modelos de avión se dispone de cunas portátiles para su uso durante el vuelo, e incluso de un número limitado de neceseres de cortesía con algunos objetos pensados para su higiene. Se pueden solicitar comidas específicas para bebés, son los primeros a la hora de recibir mantas o almohadas cuando se dispone de ellas, se les calientan los biberones y los potitos aunque esto retrase el servicio de los demás pasajeros y, si la normativa del aeropuerto lo permite, se les deja llegar hasta la puerta del avión en el carrito, donde se retira para meterlo en la bodega y, nuevamente, si la normativa del aeropuerto de destino lo permite, se les entrega en la puerta del avión a la llegada, lo que requiere la asistencia de personal dedicado a esta tarea. Todas estas molestias por un pasajero por el que la compañía no recibe ninguna remuneración.
       Sin embargo, son habituales las quejas por no disponer de asiento para el bebé, se exigen a bordo comidas específicas que no se han solicitado previamente, pañales, prendas de abrigo y cunas para todos (a bordo pueder ir una cantidad de bebés equivalente al 10% de asientos, es decir: en un avión con 250 butacas eso supondría 25 cunas que se podrían colocar... ¿dónde?).
       Lo más preocupante es que a menudo algunos padres intentan que la tripulación asuma la responsabilidad por la seguridad de su bebé desatendiendo la suya propia. A pesar de los avisos de los tripulantes de cabina, los sostienen con su cabecita del lado del pasillo aunque estén pasando carros cargados de botellas o se estén sirviendo jarras con bebidas calientes en un medio que en cualquier momento puede saltar por las turbulencias. Se les tumba en el suelo, otra vez con la cabeza hacia ese pasillo por el que caminan multitud de personas a veces a oscuras -en los vuelos nocturnos- y se les deja gatear por esos mismos pasillos y por los lavabos y los galleys sin vigilancia. Por no hablar de la negativa de algunos padres a ponerles el cinturón de seguridad para no incomodarlos

       Para finalizar: qué decir de esos pasajeros que deciden llevarse como souvenir una manta o una almohada, o las dos cosas. Pues que habitualmente son los primeros en quejarse porque no disponen de la suya, porque se la ha llevado otro pasajero en un vuelo anterior. De hecho, algunos complementos, como los botes de colonia y los jaboncillos de los baños, se han retirado de los aviones pero, no por un medida de ahorro, que es quizá lo que estás pensando. Antes de que el sector aeronáutico entrara en crisis y empezara a recortar todos los gastos posibles, muchas aerolíneas ya habían retirado estos detalles, porque nunca estaban a disposición del segundo pasajero que entraba al baño. Con todo, estos pequeños hurtos no son lo más grave. Lo peor, realmente costoso, y que puede suponer la inutilización de una butaca y el consiguiente perjuicio para un pasajero que no podrá realizar su viaje, es la moda de llevarse el cinturón del asiento o el chaleco salvavidas. Como también la costumbre de forzar el reclinado del asiento o la mesita hasta dejar la butaca inservible. Un acto muy considerado por su parte. Y no, estos pequeños recuerdos o destrozos no están incluidos en el billete, el gasto que ocasionan a la compañía con frecuencia es mayor que la cantidad que se ha abonado por el viaje.

       Antes de dar por zanjado este penoso asunto, me gustaría hacerte una recomendación para el próximo vuelo: Si deseas ser gracioso u original, hacer una burda copia de nuestros movimientos mientras hacemos la demostración de seguridad no va a lograr tu objetivo, tantos y tantos lo han hecho antes que tú. Los tripulantes somos por lo general gente sociable y de buen humor, estamos dispuestos a una buena risa pero, por favor, ten un poco de buen gusto y más chispa. ¡Gracias y feliz vuelo!

6 comentarios:

  1. ¿Será que bastante de todo eso lo hemos vivido juntas? Gracias, una vez más, por poner mis pensamientos en tus palabras.
    Sonia

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  2. Me ha encantado, con la venia (espero) te lo cojo prestado ;-)

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  3. SE me va la pinza, perdón:

    http://controladoresareosyotrashierbas.blogspot.com/2011/08/conceptos-erroneos-y-manual-basico-de.html

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  4. Me alegro de que os haya gustado. Sólo he intentado poner por escrito lo que tantas veces hemos vivido.

    Por supuesto que tienes la venia Cristina.

    ¡Salud y buenos vuelos!

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  5. Me ha encantado!! voy a aplicar lo de la Suite del hotel...a ver si con esta explicación lo entienden...Un saludo y buenos vuelos!

    TCP.

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  6. jajajajaaj, de verdad te pasan todas esa cosas en los vuelos?
    que poca vergüenza tienen algunas personas...
    Creo que estas cosas deberían de conocerlas mas personas, a ver si aprendemos a respetar un poquito mas el trabajo de los demás..

    Un saludo
    Jorge

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