jueves, 4 de julio de 2013

Las alas de Sofía

Una tarde de hace ya unas semanas sonó el teléfono fijo de casa, cosa extraña en estos tiempos, y al descolgarlo una voz entre triste y cariñosa me soltó de sopetón esta frase:
"Preciosa, soy Sofía, te llamo porque me han cortado las alas..."

A cualquiera le extrañaría oir esta frase, pero ni yo soy cualquiera, ni mucho menos lo es Sofía. Hace ya algunos meses que en mi empresa están jubilando forzadamente a muchos profesionales que tendrán muchos años, pero que cada uno de esos años han crecido en compromiso, ilusión, entrega y, por supuesto, sabiduría. Es una pena que no se valore más lo que esas personas aportan cada día, es una pena que una vez más sólo se vean las cifras. Una esperaría que en el mercado de valores fueran precisamente los valores los que cotizasen al alza. En fin, ¿qué os voy a contar en estos tiempos que vivimos que no sepáis ya?

En estas circunstancias, la declaración de Sofía no fue una sorpresa para mí, aunque sí un motivo de tristeza. Inmediatamente mi mente se llenó de imágenes de nuestros escasos pero valiosos momentos juntas: nuestras charlas sentadas en el transportín del Airbus A320 tras los despegues, las descripciones de sus largos paseos que invariablemente se daba en cada destino visitado, la ilusión que iluminaba sus ojos al hablarme de su hijo Álvaro al que veía crecer día a día para convertirse en un Hombre con mayúsculas y del que se sentía muy orgullosa, de su elegancia, exquisitez y buen hacer en el trato con los pasajeros y, en realidad, con cualquier persona con la que trataba, de la alegría que desprendía incluso en los malos momentos, que era precisamente cuando más hacía falta. En fin, me vinieron a la mente todos esos momentos y también la tristeza por los que ya no iban a llegar: ya no volvería a coincidir con ella en un vuelo, ya no la volvería a tener de maestra y ejemplo.

Sólo los que trabajamos en este mundillo llegamos a entender lo que esta forma de vida significa, lo que aporta, la Libertad que nos brinda a pesar de sus muchas restricciones. Por eso entiendo bien la sensación de Sofía, la preocupación por sus alas, de hecho, ella es una de esas contadas personas que han contribuido a abrir las mías. De lo que todavía no se ha dado cuenta es de que las suyas nadie las puede cortar.




sábado, 25 de agosto de 2012

Cielos de agosto

Pido perdón de antemano: No soy poetisa, ni pretendo serlo. Lo que viene a continuación es simplemente una lista de sensaciones vividas durante una línea de dos días a Río de Janeiro y revividas a causa de la canción "Aguas de marzo".

 "Aguas de Marzo" - Tom Jobim y Elis Regina

Es una mañana sin luz, unos ojos de sueño, un calor sofocante, un dormido te quiero.

Es una prisa conjunta, un vuelo rumbo a Madrid, es un bocadillo a medias, es un soy tan feliz.

Es un despegue hacia Río, son 10 horas de avión, son ilusiones, son mimos, es un trabajo, es un lujo.

Es tenerte a mi lado, ver juntos el Corcovado, Copacabana, Pão de Açúcar, es la Bossa, es el frango.

Es hacer cientos de fotos con el sol de aliado, es el carácter carioca, son las risas, las olas.

Es tener miedo al reloj, el viaje se termina, nos volvemos a casa, nunca a la rutina.

Son los cielos de agosto, de junio o de enero, la promesa de cada día: un horizonte nuevo.



Muchos saben que los trabajadores de compañías aéreas tenemos billetes muy económicos para nuestros familiares. Sin embargo, lo que casi nadie conoce es que estos billetes no tienen derecho a reserva, por lo que no sabes hasta el último momento si podrán volar o no. No todo el mundo tiene el espíritu aventurero necesario para volar al otro lado del mundo sin tener la plaza de vuelta confirmada.

Desde aquí mi homenaje a esos familiares que nos acompañan alguna vez a nuestro destino, pasando tantas horas en vuelo como las que permanecerán allí, a los que no dedicamos más que un guiño furtivo durante el camino para no hacer distingos con el resto del pasaje.

Con ellos a bordo el trabajo es, más que nunca, alegre e ilusionado, el destino, tantas veces visitado, es redescubierto y toda la experiencia se convierte en un recuerdo imborrable.


domingo, 12 de agosto de 2012

Presas de un hombre bueno


No sé qué pasa últimamente a mi alrededor. No creo que se hayan puesto de acuerdo las mujeres de mi entorno para sufrir a la vez la misma dolencia y, por muchas culpas que tenga la crisis, me niego a adjudicarle también el origen de este mal que, al menos en principio, poco tiene de económico.

La cuestión es que en los últimos tiempos vengo observando como bastantes mujeres que conozco (mujeres que son atractivas, interesantes, cariñosas y solventes) sufren el abuso de sus parejas. Un abuso que todo el mundo puede ver, bueno... todo el mundo menos ellas. Y no me refiero a los malos tratos físicos, ni mucho menos, pero, en ocasiones he llegado a pensar que quizá sería mejor que así fuera, que quizá una bofetada a tiempo les haría despertar de esa ensoñación absurda, de ese empeño en ver a sus parejas no como son sino como a ellas les gustaría que fueran.

Soportan con una sonrisa congelada todo tipo de desprecios, desatenciones y faltas de respeto. Ellos no las tienen en cuenta a la hora de decidir nada y remarcan cualquier error que puedan cometer, por pequeño que este sea, para poder justificar así su falta de derecho a elegir, a que sus deseos sean escuchados, a que su opinión valga.

Mujeres que llegan a creer que no merecen nada porque estos descerebrados, ciegos y sordos (así han de ser para convivir durante años con un ser humano entregado, amable, divertido y sexy y no verlo) les han convencido de que deben estar agradecidas tan sólo por disfrutar de su presencia.

Mujeres que cuando te cuentan lo que les pasa, porque de alguna manera tienen que liberar la presión que sienten, lo adornan con justificaciones y las explicaciones más rocambolescas: "no me acompañó a urgencias aquella noche que me puse tan enferma pero, es que el pobre había madrugado mucho",  "yo atravesaba una situación muy difícil y prefirió no darme apoyo porque pensó que así me haría más fuerte", "es verdad que yo estuve a su lado y me sacrifiqué por él en sus malos momentos pero, lo hice porque quise, él no me lo pidió, así que si ahora él prefiere salir con sus amigos en vez de ayudarme no tengo por qué sentirme decepcionada"...

Al final no sé si va a ser que el problema es que yo soy muy exigente pero, estas situaciones que me plantean como normales que, digan lo que digan, ni para ellas lo son (no se cuenta una situación normal con la voz temblorosa y los ojos  humedecidos) para mí no son comportamientos aceptables ni siquiera en una relación de amistad, mucho menos lo son para una pareja.

A veces he llegado a pensar que los soportan por el sexo, ya que no por sus detalles, su comprensión o su cariño. Sin embargo, en confianza y tras alguna desinhibidora copa de vino, alguna me ha confesado que disfruta poco en la cama porque (quién lo habría imaginado...) él va directamente a buscar su placer y la deja a medias.

En fin, pues será que soy una ingenua pero a mí de pequeñita me contaron que la pareja es esa persona que te complementa, que te hace sentir fuerte y capaz de todo, que quiere formar parte de tus planes, ayudarte a hacer realidad tus sueños, que besa tus ojos cuando están llenos de lágrimas y que te hace sonreír y reír el resto del tiempo. Me contaron eso, me pareció sensato y es así como vivo mi relación, si no no tendría sentido.

Por eso cuando alguna de esas tristes mujeres intentan defender a su contrario o contrincante (son las palabras que quizá mejor definan la relación que están viviendo) diciendo "sigo con él porque es un hombre bueno" yo me pregunto si para mí las palabras tienen el mismo significado que para ellas. No me cabe en la cabeza que un hombre bueno te falte al respeto, te insulte, te ningunee. Y tampoco compartiría mi vida con alguien que sólo tenga esa cualidad, ¿dónde quedarían la pasión, el sentido del humor, la alegría, la magia? No querría compartir mi vida con un santurrón y no entiendo en qué momento esas mujeres decidieron que si un hombre no mata, roba, ni pega a nadie tiene todo lo que necesita para que ellas les entreguen su vida y sus ilusiones.